Después de haber acudido a la edición del 2004, y habérnoslo pasado como enanos, era hora de volver a Villaricos a comprobar cómo había evolucionado el festival Creamfields Andalucia, una vez más con un cartel cargado de nombres y renombres de la escena electrónica mundial.
Nos costó dios y ayuda encontrar alojamiento por la zona, pero finalmente logramos que una encantadora pareja de paisanos locals nos alquilasen un par de habitaciones en su cueva. Sí, en una pedazo de cueva que el dueño había tardado cerca de ¡dieciocho años! En acabar de orabar y acondicionar. Era una auténtica mansión cavernosa: espectacular.
La misma tarde del sábado nos armamos de "kalimotxo", melones y agua previniendo la larga jornada del día siguiente en el Anti-Creamfields, y nos dispusimos a sortear cuantos controles de aparcamiento se nos pusiesen por delante. Y por veredas entre acequias y cultivos logramos llegar a aparcar en casi primera línea de festival, ante la atónita mirada de los seguratas que, al vernos llegar, no podían imáginarse cómo narices habíamos logrado acceder hasta allí a esas horas de la tarde. Lo cierto es que los problemas de aparcamiento y accesos de otros años, en esta edición estuvieron, sino del todo, sí que bastante mejor solventados.
Después de acreditarnos debidamente estuvimos un rato en los accesos observando al numeroso y variopinto personal que se congregaba en la zona, mientras escuchábamos desde fuera bastante cañita ya mientras un sol púrpura nos regalaba sus últimos rayos del día.
Nada más entrar un guadia civil de paisano nos mostró su reluciente placa sospechando quizás que nos habíamos colado por la puerta de prensa, y no pudo evitar un gesto de sorpresa al ver nuestras acreditaciones sobre ropas más propias de ravers surferos que de respetables reporteros musicales… Es lo que tiene el periodismo especializado, que no todo el orégano está en el monte.
Así que el primer grupo que vimos fueron a los estadounidenses !!!, de los que no tenía ninguna referencia, y que nos supusieron una grata propuesta instrumental en un cartel plagado de djs.
Los siguientes en el escenario grande eran los neoyorkinos Fischerspooner, uno de los platos fuertes del festival, y que lograron convocar a numeroso y de antemano entusiasmado público. Con una adaptación semi-instrumental de su repertorio, repasaron los hits de su primer disco y también los del más reciente, acompañados de bailarinas al estilo ballet clásico, con curiosas coreografías, y con un cantante constantemente cambiando de disfraz. A pesar de que en algunas ocasiones el playback era cantado (ellos mismo lo han confirmado orgullosos tras algunos conciertos), resultaron tremendamente entretenidos, aunque su directo está más concebido para salas que para grandes escenarios de festivales.
Pet Shop Boys nos supusieron un verdadero tostón, aún con su puesta en escena con muñecos gigantes y demás artefactos. Mira que muchos temas pueden ser auténticos himnos de niñez de muchos de nosotros, pero ni con esas lograron que nos animásemos o más mínimo. Simultáneamente -según nos contaron unos colegas- Jeff Mills confirmaba su decadencia como dj en una carpa cercana…
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Tremendo Vitalic
Ya con ganas de bailar un poco, nos dirigimos al escenario donde John Digweed se disponía a pinchar su siempre elegante tecno atmosférico. Y no defraudó, ya que, sin ser una de sus mejores sesiones, estuvo a la altura de lo que se esperaba de él. Y desde allí a ver a los 2Many Djs, que con su savoir-faire pusieron a bailar a la carpa entera, en la que, por cierto, el calor era insoportable.
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De allí pasamos a ver a Miss Kittin, con una pequeña parada intermedia en el escenario dónde Dave Clarke estaba zumbando tecno sin concesiones a los asistentes. En el escenario contiguo la francesa defendía su honor y reputación pinchando cds… y es que como explicó al terminar su set, le habían perdido los discos en el vuelo….
Acto seguido, en el mismo scenario, el “Viejo” Carl Cox dando un poco más de lo suyo: tecno y pandereta. Nada del otro mundo, aunque a esas horas da la sensación de que ya se baila lo que sea…Ya en plena amanecida, Tiga congregaba al grueso de la gente en la calurosa carpa, mientras Christian Smith nos regalaba una fiestera sesión para despedirnos hasta otra edición.
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Ah no!!! Cerca, muy cerca, en un bosque a la orilla del mar, cientos de jóvenes se reunían en un poblado improvisado con cerca de nueve sound-systems de distinto pelaje: Rave Town, donde la fiesta continuó para los más incombustibles hasta el lunes, martes…
Hasta la próxima!